Ángeles B.
La 1ª peregrinación después de los confinamientos, no quería perdérmela, y no dudé ni un segundo en apuntarnos. Nos subimos al autobús con mucha ilusión y ganas de empezar a compartir el día con la comunidad parroquial….
Comenzamos la peregrinación rezando Laudes en el autobús. La visión de la Cruz desde la autopista me cautivó. La entrada de la Basílica (excavada en el corazón de la montaña a los pies de la Cruz…), invita a vivir la Misa con más fervor; y me sobrecogió el momento de la Consagración.
La comida, fue una oportunidad para conocernos un poquito más; tuve la ocasión de compartir mesa con personas que no conocía; una comida con sobremesa muy agradable y enriquecedora.
Por la tarde, fuimos a la Ermita de la Virgen de Gracia, donde esparcidos por la explanada rezamos el Rosario…precioso. Cada misterio lo dirigió un grupo de los muchos (Jóvenes, Matrimonios, Emaus,…) que tiene nuestra querida Parroquia, contando siempre con el apoyo Espiritual de nuestro Párroco el Padre Enrique.
Me sentí formar parte de una gran familia, de una comunidad con la que comparto vida y me ayuda a caminar y crecer en mi fé. Quiero desde aquí felicitar a los organizadores y animar a nuestro párroco a continuar organizando convivencias (más o menos largas), peregrinaciones, etc.
Ver como familias enteras [bebés-niños-adolescentes-jóvenes-adultos y más adultos (abuelos)] vivíamos una peregrinación llenos de alegría y esperanza, donde conectaba enseguida con personas que no conocía, me ayuda a ver a nuestra Parroquia como la casa donde todos tenemos cabida.
Iñaki De Navascués
Hola a todos, soy Iñaki De Navascués, un joven más de la parroquia de los que estuvimos en la peregrinación parroquial al Monasterio del Escorial y al Valle de los Caídos el pasado 3 de mayo de 2021.
Al principio comenzó como un plan más, y pensando que conocer a gente de la parroquia sería una buena idea, decidí apuntarme a pesar de mis próximos exámenes. Me atraía fundamentalmente la idea de que fueran mis amigos y también que mi madre por primera vez, recién mudada a Madrid, se animase a una peregrinación parroquial.
El Escorial es sabido por todos que es un lugar extraordinario, pero a nadie le deja indiferente cada vez que lo visita de nuevo. Comenzamos yendo al Valle de Los Caídos para la Eucaristía de las 11:00h, y mientras caminaba por el lugar solo me venían recuerdos de la última vez que había estado allí, hacía ya unos 10 años. Recordaba más idealmente las vistas, la enorme Cruz, la plaza y las vistas, supongo que fruto de que entonces era más pequeño y mi visión espacial sería más limitada.
Es un lugar muy bello tanto por su arquitectura, su entorno o su sentido en nuestra historia, pero realmente en aquel lugar tan impresionante tenía todos mis sentidos atentos a otra belleza mucho más grande y que no recordaba de mi anterior visita ya que no la había vivido: ver a la parroquia convivir en fraternidad. Nos encontrábamos jóvenes, adolescentes, niños, familias, adultos, mayores… compartiendo nuestro tiempo y disfrutando de una experiencia de encuentro preciosa. Los jóvenes jugando con los niños, los adultos conociendo a los jóvenes, los padres de familia compartiendo entre ellos y al mismo tiempo con un ojo sobre sus hijos, las madres charlando tranquilamente y a la vez también pendientes de sus hijos, los mayores encontrándose con los demás… etc. Creo que la gente de fuera que en ese momento se encontraba allí también veía algo diferente en nosotros, que algo nos hacía a todos estar unidos.
Me vino al corazón la idea de ser algún día uno de esos adultos de la parroquia, que llevando a mi mujer e hijos en el coche familiar, participe del encuentro con cada grupo, y que al mismo tiempo disfrute de un fin de semana en familia y comunidad.
Me sentí por primera vez como parte de la parroquia, como uno más en camino. Llevaba mucho tiempo sin sentirme así, ya que aunque llevo estando en la misma desde 2017, me he mudado de ciudad, cambiado de casa y de universidad varias veces en estos años y no he terminado de sentirme parte de ningún sitio en concreto. Me di cuenta de dónde está mi lugar en ese momento de mi vida, y era como joven de la parroquia del Buen Suceso.
Terminamos rezando el Rosario antes de subirnos al autobús para volver a Madrid, y fue también especial ponernos todos delante de nuestra Madre. Personalmente le agradecí mucho que en 2017 me hiciera llegar a esta comunidad, ser acogido y poder hoy comprometerme ayudando en lo que se me ha ido pidiendo. Dios me ha puesto en camino aquí ¡así que a convivir y crecer en la fe con ellos!
De corazón agradezco mucho a los sacerdotes y a la familia Barreda Gómez haber hecho posible este día que para mi sorpresa ha sido tan especial para mí.
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