Nosotros sólo somos un medio, no somos importantes, pero no debemos escabullirnos
José María Infante
Las dos horas de oración y de evangelización del pasado 14 de febrero han sido muy especiales porque sentí muy cerca al Señor.
Primero, estuve orando. Ese fue el momento fundamental. Luego, ciertamente, aunque había pensado salir a evangelizar, también podía haber continuado rezando; rezar es el principio y fundamento de todo, supone preparar la tierra dejándola respirar, abonarla, regarla…, mi tierra y la de los demás con los que me iba o se iban a encontrar.
Después salimos de dos en dos. Un hermano de Emaús y yo estuvimos, con otros muchos, una media hora invitando a los que pasaban por la acera a entrar en la iglesia para adorar al Señor, que estaba expuesto, entregándoles una frase de la Biblia como posible pista de meditación.
Es cierto que algunos apresuraban el paso o daban excusas tontas, me pareció que más por miedo a posibles contagios que por otros motivos. Pero también, los más insospechados, se paraban y mostraban interés, llegando a desvelar en ese breve encuentro su indudable búsqueda de un sentido para vivir…su sed del Señor. Inclusive, algunos llegaron a entrar en la parroquia para adorarle, diciendo que hacía bastantes años que no entraban en una iglesia; podría pensarse que su terreno estaba ya abonado y sólo necesitaban una leve brisa del Espíritu que les invitase a regresar…
Lo realmente importante no es lo que les dijimos o lo que palpamos y vimos en aquella media hora, sino lo que ese breve instante puede suponer (a ¿algunos? ¿muchos? ¿todos?, con independencia de que se parasen o no, de qué dijeron, de qué les dijimos…) como un pequeñísimo toque de atención que les interroga para buscar y encontrar el verdadero sentido de su vida… de todas nuestras vidas… Y eso puede manifestarse ahora o dentro de muchos años; no lo sé, pero saber eso no me corresponde, porque esa es la ocupación del Espíritu Santo. La mía, la nuestra, es seguir rezando por ellos y ser coherentes con lo que en aquel día traslucimos de nuestras vidas, de cómo queremos ser. ¿Podría depender, en alguna medida, la calidad y las consecuencias de nuestro brevísimo testimonio de la conexión entre lo que digo y lo que hago, de mi autenticidad? Creo que algo de eso hay necesariamente y que las consecuencias que se derivan de ello son fundamentales.
El día 14 de febrero fue fantástico, pero el día 14 de febrero terminó, ¿qué debo hacer? ¿qué debo seguir haciendo con todos los que me sigo encontrando por la acera de mi vida?
Antes de nada, debo seguir reforzando mi fe y mis creencias mediante la oración y la meditación de la Palabra de Dios.
Asimismo, todos tenemos familia, unos amigos, un trabajo… En cada ámbito de mi vida, sin ser pesado, debo defender mis convicciones dejándolas traslucir claramente, sin miedo; sin callarme ni dejarme amedrentar por las modas sociales dominantes, con coherencia entre las creencias y las actuaciones, con autenticidad; que sea creíble mi testimonio depende de eso, pues, como dice un gran teólogo y Papa ese es el único evangelio que se va a leer en la actualidad y soy responsable de que puedan leerlo.
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